jueves, 27 de agosto de 2009

Las cuatro y diez de la tarde…

Hoy es 2 de agosto de 2007, a esta hora mi familia esta en el cementerio Campo Amor, despidiendo al Tío Felipe… yo regrese del campo hace una hora, valoré si iba al cementerio y decidí quedarme en la oficina… primero porque moría del cansancio, me dolía el pie izquierdo que ando en estos días adolorido y con dos dedos ajustados uno al otro, a gasa y esparadrapo para mantenerlos rectos y juntos, según el ortopeda con el propósito que las astilladuras sanen sin dejar mucha secuela de la última dobladura de pie. También porque estoy en bluyines y botas timberlan, sudada y no muy olorosa y recién picada por al menos una docena de hormigas furiosas que se subieron por botas, calcetines y pantalón, y me atacaron a mordidas mientras bajábamos las maletas del carro del proyecto… pero además porque me da angustia asistir a los funerales y porque tengo un sentido de la responsabilidad que ni yo entiendo… cualquiera se habría ido a acompañar a la familia en un caso como este… sin ir mas lejos, ayer un colega ocupo su mañana para asistir al funeral de una tía abuela, que como dijo, no era muy cercana suya.… pero no, yo estoy aquí desde hace una hora transcribiendo los resultados del taller de esta mañana en la Cooperativa ATAISI… todo porque mañana es vacación, no retomare estos papeles en cinco días y temo que las ideas y comentarios que no quedaron escritos, sino en mi memoria cercana, acaben terminando olvidadas y no tomadas en cuenta para la planificación territorial de la Cooperativa.

Hace unos minutos hable por teléfono con Esperanza. Me contó que todavía estaban en el cementerio, que la misa en San José de la Montaña estuvo bonita, que Roberto y Franklin cantaron y que es ese momento, Miriam estaba hablando del Tío Felipe antes de sepultarlo… imagino que en estos momentos Anita, Evelyn, Arturo, Claudia, y los demás cercanos al tío estarán llorando… siempre es así, uno llora la muerte de los seres queridos en varios momentos… primero al momento de conocer la noticia, que es como una estocada en el pecho, entones el llanto puede durar un buen rato y brotar sin quererlo; durante la vela, somos capaces de pasar de la risa al llanto, del abandono al sufrimiento a la actitud seria de tomar dediciones sobre que hacer ante la situación: los preparativos del funeral, el sitio de velación, los tramites de papeles, actas de defunción… también, en esta etapa, los recuerdos pasan como una película de eventos sucesivos en los que se nos va apareciendo nuestro ser querido… lo vamos recordando a través de nuestra vida de convivencia, en los buenos y malos ratos y las diferentes situaciones que pasan por la vida de cualquiera, anécdotas en las cuales el fallecido es el actor principal suelen ser contadas en las velaciones… quizás también podemos pasar por dos momentos durante la velación: uno, la negación del hecho… nos resistimos a aceptar lo ocurrido, se decide pensar que podría ser solo un mal sueño y se da la orden al cerebro de pensar que al despertar todo estará bien… por otro lado, otro momento muchas veces es aquel de la culpa, nos preguntamos si hicimos lo suficiente, lo necesario y lo mejor que pudimos para evitar el hecho… “si hubiera hecho tal cosa” “lo hubiera llevado a otro hospital”… durante la vela andamos como entre nubes y entre gentes que nos abrazan… a medida que se acerca la hora del funeral nos enfrentamos a la certeza de una situación inevitable… será la última vez que lo tengamos frente a nosotros, que lo veamos… una vez cerrada esa pequeña puerta de cristal que nos deja ver solo un esa pequeña parte de su cuerpo, ya no volveremos a verles nunca mas… entonces te duele tanto que lloramos como niños y niñas desconsolados, para aliviar la pena, aceptando esa dura realidad…

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