De alguna u otra manera; algunos más y otros menos, pero todos siempre, me han empujado ha hacer lo que quiero. En 1995, empujado por gente que sigue a mi lado, como ustedes, y otra que ya no está, terminé metiéndome al periodismo como forma de vida.
Alguien me dijo que de este oficio “no se come los tres tiempos, aunque alimenta el espíritu algunas veces”. Otros, justo después del infarto del 28 de julio de 2004 –si Marta, sólo ha sido uno y no dos, como aseguran los médicos del ISSS-, me dijeron que en menos de 10 años había demostrado que era bueno en el periodismo… Que me calmara, que no tenía nada más que demostrarle a nadie. “¡Como que no!”, les dije, “me falta una bomba periodística que alimente mi espíritu”…
Ahora tengo una entre manos… la misma de las que les hablé a cuenta gotas y por la cual me siento orgulloso de poder sacar a luz pública una pizca de la mierda que ensucia este país. Para hacerlo, más allá del método periodístico, también he tenido que sopesar los riesgos personales –creo que más producto de mi imaginación- y los temores que nacen cuando te metés con gente que tienen el poder en sus manos.
Aún con esos riesgos, imaginarios o no, y temores, ¿vale la pena? Creo que sí. Creo, fervientemente y hasta la médula de los huesos, que entre todas las opciones que tiene este oficio nunca hay espacio para el silencio… Ni un espacio para el silencio cómplice, ni para ese silencio cómodo o para ese silencio que nace de los miedos más ocultos del ser humano… se lo decía al Chele Martínez la vez pasada, minutos antes de escribir lo siguiente:
Creo que el silencio no es una opción en el periodismo… Tanto no lo es, como no lo es para un médico definir si salva o no salva una vida. Éste, de no hacerlo, estaría faltando al juramento ético que se hizo consigo mismo cuando se le pasó por la cabeza la más mínima idea que quería optar por esa profesión.
De igual forma, el periodista tiene un compromiso ético con dar a conocer la verdad, el compromiso de no quedarse callado, más cuando la sociedad –aparte de los impulsos naturales que te llevan a querer saberlo todo, de reventar una bomba en el mero corazón de donde se toman las decisiones política y sociales de un país- le ha conferido históricamente ese papel de salvaguarda frente al poder… ¿Qué esta opción conlleva riesgos? ¡Claro que sí! ¿Qué esto riesgos hay que asumirlos aun so pena de mi propia integridad? ¡Como no, por eso soy periodista y no cosmetólogo, profesión en la que el riesgo mayor que corro es una puteada por un tinte mal hecho!
No creo en el silencio aun si este está cimentado en ese sentimiento natural del miedo… No creo que el silencio sea una opción… Si es así lo fuera, mejor me voy a un salón de belleza y me asfixio con el intoxicante aroma de la fabricación de uñas acrílicas y del pelo quemado a fuerza de secadora… Ahí, entre viejas putas preocupadas por el tamaño de sus cejas y pestañas, quizás les pueda contar que en otra vida soñé que jugaba a ser periodista…
- Fijese, doña fulanita de tal, que en ese sueño supe cosas que nadie supo
- No me diga, Rodri…
- Si, claro…. Tanta cosa…
- ¡Me imagino!... ¿Y era periodista de modas? ¿Periodista de espectáculos? O, el mejor de todos, ¿prensa del corazón?
- ¡Que va doña fulanita de tal! Era periodista general… de esos que ven política, economía y toda cosa… Algo así como el presidente… solo que sin intenciones de ser famoso.
- ¿Y qué sabia en sus sueños?
- Que en este país hay gente que hace lo que quiere porque tiene agarrado del chiquito a todo el mundo… Que son capaces de comprar jueces, magistrados, diputados, fiscales, políticos de poca y mucha monta…
- … ¿En serio? ¿En este país?
- ¡Sí!
- ¿Y qué más?
- Nada… eso no importa… De todos modos no se podía decir nada porque era conveniente… Digo, no era seguro para uno, pues… Pero que eso ya no importa, ¿Qué le parece si le pongo un tinte platinado? ¡Quedaría divina!
“¿Y después de la bomba?”, me repreguntó esta persona que comía tortilla de patatas, ensalada “infarto” y la vieja receta de zanahorias y ejotes con ajo y almendras de Marta… “No sé”, le respondí. Ella, Claudia Ximena, una periodista que encontré en 1994 en el Centro Principal de Prensa de los V Juegos Centroamericanos y que poco o nada sabe de lo que terminó haciendo para que yo llegara a este mundo de las noticias y los periódicos, me respondió: “La encontraras… y luego seguirás con otra, y otra, y otra… Sólo cuídate, ¿si?”.
Eso fue hace cuatro años y medio… y aquí sigo… en este oficio. Hoy, a 24 horas de publicar, les confieso que tengo miedo… Miedo de no estar a la altura del momento; a que la bomba no estalle como debería de hacerlo; a que el país, inmerso en ese sueño taciturno de poner el lomo en lugar de dar la cara, se quede callado de nuevo… Miedo del tipo periodístico que se suma a esa ansiedad normal en Rodrigo Baires Quezada, el eléctrico y amargado de la familia… ese que ahora comparte una sonrisa cómplice, casi nerviosa, con los colegas de la redacción.
Me gusta lo que hago… creo fervientemente en que la esencia del periodismo es informar lo que ocurre, es buscar detrás de los telones de las cosas –muy especialmente, de lo que llamamos la cosa pública- y, como parte final de ese proceso, dar al lector una noticia fidedigna e inteligible, debidamente contextualizada, de todo ello. Amo lo que hago… solo un poco menos que los amo a ustedes por acompañarme en este proceso… Gracias, por ello… los amo profundamente… Y claro, después, seguirá otra, y otra, y otra, y otra bomba periodística…
Un beso enorme para ustedes…
Rodrigo
P.D.: Compartan esto con el resto de la familia hasta que el tema esté publicado… miércoles por la mañana… Gracias, familia.
domingo, 6 de septiembre de 2009
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